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Colombia está en puertas de una crisis energética

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, planea poner fin a los contratos de exploración de hidrocarburos. El plan podría poner en peligro la seguridad energética del país, que ya sufre de escasas reservas probadas de gas natural y débiles volúmenes de producción.

Los planes del presidente izquierdista de Colombia, Gustavo Petro, de poner fin a los contratos para la exploración de hidrocarburos han desconcertado al sector energético y analistas del país cafetero. Eso, junto con las escasas reservas de hidrocarburos y la producción que no logra volver a los volúmenes previos a la pandemia, apunta al creciente potencial de que surja una crisis energética.

Tal evento tendrá un fuerte impacto en la economía dependiente del petróleo la cual pone en riesgo la seguridad energética de Colombia e incluso hace peligrar la transición energética prevista. Es la escasez de gas natural, debido a la disminución de la producción de los campos marinos maduros que envejecen rápidamente, junto con una demanda en constante aumento, lo que representa la mayor amenaza.

Las restricciones de suministro de gas natural fueron tan severas en 2017 que Colombia se vio obligada a comenzar a importar gas natural licuado. Como tal, existe un creciente recelo de que los planes de Petro pongan en peligro la seguridad energética de Colombia y desencadenen una crisis que podría perturbar la economía y descarrilar una de las recuperaciones posteriores a la pandemia más sólidas de América Latina.

El gas natural se considera un hidrocarburo limpio que emite, cuando se quema, alrededor de la mitad del dióxido de carbono del carbón térmico y un 30 % menos que el petróleo crudo, y cumple casi todas las funciones que desempeñan el carbón y el petróleo. Por esas razones, se ha adoptado como el combustible fósil de transición elegido en un mundo que busca reducir las emisiones de carbono, contener el calentamiento global y cumplir con los objetivos de emisión establecidos por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Desde 2014, el gobierno de Colombia ha presionado para reemplazar las centrales eléctricas de carbón por instalaciones de gas natural.

AGUA Y GAS

De 2014 a 2018, el fenómeno climático El Niño provocó severas sequías en Colombia, lo que obligó al racionamiento de agua, incluso en las principales ciudades, y una fuerte caída en la generación de energía eléctrica a partir de instalaciones hidroeléctricas debido a una marcada disminución de los caudales de agua. Cualquier disminución en la energía generada por las plantas hidroeléctricas de Colombia tendrá un impacto significativo en la red eléctrica porque son responsables de alrededor del 80 % de la electricidad consumida, y el resto es generado por instalaciones alimentadas con combustibles fósiles.

En consecuencia, fenómenos climáticos como El Niño y sequías extremas impactan fuertemente en la generación eléctrica de Colombia y en la estabilidad de su sistema interconectado. Los meteorólogos han pronosticado el regreso de El Niño durante 2022, y se espera que el patrón climático se mantenga hasta 2024. Esto provocará más sequías en Colombia, lo que podría conducir a una marcada disminución en los niveles de agua que nuevamente afectará la generación hidroeléctrica y pondrá a prueba la confiabilidad del sistema eléctrico del país andino.

Las preocupaciones de Bogotá con respecto a la estabilidad del suministro eléctrico de Colombia hicieron que el gobierno aprobara la construcción de una planta de regasificación de GNL en Barú, cerca de la ciudad de Cartagena, la capital del departamento de Bolívar, que entró en funcionamiento en 2016. Eso estableció la infraestructura crucial requerida para comenzar importaciones de GNL para impulsar el suministro de gas natural, con los primeros cargamentos importantes recibidos a fines de 2017.

Está prevista una segunda instalación de regasificación para el puerto costero del Pacífico de Buenaventura, con otro en La Guajira y un cuarto en el Golfo de Morrosquillo. Al entrar en operación, dichas instalaciones reforzarán la capacidad para recibir importaciones de GNL, apuntalando la seguridad energética de Colombia.

IMPORTACIÓN. Terminal de regasificación de Barú, Cartagena. – Foto: El Universal

GAS CARO 

El único inconveniente es que expondrá la renaciente economía de Colombia a los precios internacionales del gas natural que se disparan. La crisis energética de Europa, a raíz de la invasión rusa a Ucrania, hizo que los precios del gas natural se dispararan, y el combustible fósil aumentó un 50 % en lo que va del año. Volverse dependiente de las importaciones internacionales de GNL representa un serio desafío para la economía de Colombia, que está experimentando una sólida recuperación posterior a la pandemia, con un crecimiento del PIB de 2021 de un notable 10,7 %.

Los riesgos que plantea el objetivo de Petro de poner fin a los contratos de exploración petrolera se ven exacerbados por las escasas reservas probadas de gas natural y los débiles volúmenes de producción. Al cierre de 2021 se determinó que Colombia contaba con 3,16 trillones de pies cúbicos de reservas probadas de gas natural que durarán 8 años a la producción actual de 1.087 millones de pies cúbicos diarios (30 MMmcd) reportada para agosto de 2022. La última cifra de producción, aunque es 2,4% mayor que agosto de 2021, sigue siendo un 1,6% inferior a los 1.105 millones de pies cúbicos por día bombeados durante agosto de 2019, lo que destaca que la producción de gas natural de Colombia aún no ha vuelto a los volúmenes previos a la pandemia. La débil producción y la creciente demanda de gas natural hacen que el consumo interno del combustible supere la oferta, como ha sido el caso desde 2016.

Esto ejerce una presión cada vez mayor sobre la economía de Colombia porque el gas natural es una parte importante de la combinación energética general de Colombia, proporcionando el 28% de toda la energía consumida en el país. El aumento de la demanda interna de gas natural se debe a que es un combustible importante para los hogares colombianos. El gas natural proporciona calefacción y cocina asequibles en un país donde el 39% de la población vive en la pobreza, con otro 12% sumido en la pobreza extrema. Cualquier aumento brusco en los precios internos, debido a la creciente dependencia de las importaciones internacionales, así como a la oferta interna restringida, afectará las condiciones económicas y sociales que ya son difíciles para los hogares colombianos.